Bor, vive en una remota aldea en el corazón de la selva chiapaneca. Es sordomudo de nacimiento, no sabe leer ni escribir, ni conoce ningún otro lenguaje y nadie se ha ocupado de enseñarle. Su mundo abstracto es muy diferente al mío.
A pesar de ello inicio un viaje junto a él, que me lleva a adentrarme en la selva tropical mexicana. En este viaje Bor me enseña su realidad. Una realidad que ha aprendido él solo, en base a su propia experiencia. Nuestros conceptos son distintos. O tal vez no lo sean tanto…
¿Qué me lleva a adentrarme en un territorio desconocido en su compañía?
¿Cómo son las relaciones entre 2 personas que no tienen ningún idioma en común?
¿En qué términos puede establecerse la confianza?
¿Qué es más fuerte, la curiosidad o el miedo?
¿Qué pasa cuando te liberas de los condicionantes?
Mi relación con Bor se inició en los primeros años de mis viajes a la Selva Lacandona, siempre estaba dispuesto a enseñarme cosas que parecía no saber nadie más. Al principio, me inquietaba el hecho de no poder comunicarnos de manera efectiva ¿Dónde me llevaba? ¿Por qué? ¿Cuan lejos íbamos? un sinfín de interrogantes asaltaban mi mente y no lo negaré, me producían cierto desasosiego. Al inicio porque poco sabía de él, más tarde porque pensaba que si me ocurría algo ¿cómo podría avisar con rapidez? claro qué… en medio de la selva ¿a quien avisas? no hay doctores, ni suero antiviperino, ni… además si alguien sabía manejarse en la jungla, ese, sin duda, era mi guía… por lo que mis dudas duraron poco tiempo.
Siempre he sido más curiosa que miedosa, y eso me ha llevado a conocer lugares y gentes que, si el miedo disfrazado de juicio y sentido común hubieran prevalecido, de ningún otro modo hubiese vivido.
Por suerte las historias siempre han tenido final feliz. Este es un pequeño homenaje a tod@s l@s BOR que he encontrado en mi camino
Detrás del miedo son una serie de fotografías de una performance, un texto y un video que realicé entre 2017-2018. Donde partiendo de la premisa de que, si puede viajar una silla, símbolo de la falta de movimiento, puede hacerlo cualquiera, y que nuestras limitaciones sólo están en nuestra mente.
Junto con Bor llevé una de las sillas del campamento, que era de cedro macizo y pesaría alrededor de 30 Kg a realizar un recorrido por la selva. A pesar de lo abstracto del concepto, Bor se entusiasmo con la idea y participó activamente en la creación de esta obra.
DETRÁS DEL MIEDO
A veces ir con Bor me inquieta. No tengo dudas que habrá estado en mil lugares que posiblemente nadie más conozca.
¿Cuántas veces se habrá perdido en estas selvas? ¿Habrá tenido miedo?
En su mundo de silencio a lo mejor el miedo no existe. Es ajeno a los sonidos alarmantes que el cine y la literatura han grabado en nuestro imaginario. Crujir de ramas, ulular del viento, incluso cuando todos estos sonidos cesan, el silencio también nos produce inquietud
¿Qué piensa?
Nos internamos por un camino que parece no haber sido transitado en mucho tiempo. A penas faltan 2 horas para que se oculte el sol. Me da a entender que me lleva a un lugar desde donde avistar aves.
¿Cómo estará de lejos? ¿Se nos hará de noche?
“Detrás del miedo está la vida” he leído esa frase en algún sitio antes de empezar este viaje, e intento aplicarla a cada instante. “No dejes de hacer nada por miedo” me repito como un mantra. Si dejas que el miedo entre, acabará dominándote.
Seguimos avanzando,
-¡Bor! ¡Bor! ¿Cuánto falta?-
Pero él no oye. Ni entiende de horas, ni de kilómetros, y sólo me indica que hay que seguir, que veremos pájaros.
Un pequeño regalo en forma de musgo iluminado borra mis pensamientos inquietantes. Disparo*. Más allá el nido de un carpintero, un estero, un carrizal lleno de pequeñas aves, un cocodrilo en la ribera. El sol parece sumergirse en las aguas de la laguna.
Y llega la temida noche…
Y me regala un cielo infinito de estrellas y un sinfín de luciérnagas.
Y un amanecer donde los rayos del sol juguetean con la niebla.
Y sigo disparando.
Y Bor me indica que suba a un pequeño cayuco, iremos lejos, donde nadie va.
Y yo no he dejado dicho a donde iba, ni con quien.
Y subo sin pensármelo mientras la pequeña embarcación se tambalea con mi peso.
Y ahora se, que la recompensa siempre merece el riesgo.
Y que detrás del miedo está la vida.